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Maternidad y memoria:

la revalorización de los afectos y cuidados como estrategia de resistencia

 

Texto publicado en Economía para cambiarlo todo: feminismos, trabajo y vida digna.

Febrero 2021

 http://library.fes.de/pdf-files/bueros/quito/17428.pdf

 

     

Resumen

El trabajo doméstico es una actividad no asalariada debido a que, históricamente, se realizó una división entre los trabajos reproductivos y productivos. La delimitación de lo privado/femenino como espacio improductivo, a diferencia de lo público/masculino considerado productivo, provocó la naturalización de las labores domésticas como actividades femeninas. Es con este fraccionamiento que los afectos, los cuidados y la crianza se han situado al margen del engranaje de producción.

 La madre se ha trazado como el personaje que ejerce el registro de los cuidados en conjunto con el despliegue de los afectos dentro de los territorios privados. La actividad materna y la memoria que se deriva de ella, se constituyen como primordiales dentro de los procesos de formación del individuo. En la actualidad, esta memoria materna se muestra desde distintas plataformas locales que proponen la revalorización de estas actividades develándose como una estrategia de resistencia dentro un sistema económico que no ha habilitado lo afectivo como parte de su agenda productiva.

 

Descriptores de la materia: Economía feminista B54

Palabras clave: Feminismo

Introducción

Los oficios domésticos son actividades no remuneradas que se encuentran en el terreno de lo privado y no son labores apreciadas dentro del sistema capitalista. Estas son realizadas en mayor porcentaje por las mujeres a quienes, históricamente, se las ha confinado al territorio de los cuidados. Desde una construcción simbólica cultural, la responsabilidad de la formación y los afectos han recaído sobre la madre quien, bajo esquemas tradicionales, entreteje las condiciones adecuadas para el desarrollo del individuo. Es así como la maternidad genera memorias de crianza que, actualmente, logran mostrarse en el terreno de lo público gracias a varias plataformas locales que muestran el vigor de esta actividad desde distintos frentes y evidenciando todas sus aristas para, con ello, exponer la trascendencia del trabajo doméstico y lo materno como fortaleza del sistema productivo.  

La búsqueda de revalorización plantea un primer cuestionamiento que gira en torno a las estrategias de las que se valió el capitalismo, respondiendo a un orden patriarcal, para disponer al trabajo del hogar en terrenos de desconocimiento salarial y naturalizarlo como actividad exclusiva del género femenino.   Con el reconocimiento de las causas que omitieron a lo doméstico de lo lucrativo se plantea lo siguiente: ¿Qué acciones se extienden en la actualidad para reivindicar la importancia de la labor materna como parte esencial del engranaje productivo? El presente artículo extiende argumentos que proponen la relevancia de esta actividad, así como los trabajos de varios espacios independientes que se empinan como estrategias de resistencia a la continuidad de esta desestimación.

 

El género: punto de inflexión

La zona masculina y femenina ha sido delimitada por un ordenamiento cultural y político basado en la diferencia sexual.  A partir de esta distinción, las características biológicas de los cuerpos derivan en discursos sociales que transcienden aquello conocido como naturaleza.  Son múltiples los argumentos que instituyeron la jerarquía corporal masculina y, con ello, la consolidación de un ordenamiento que activó las relaciones de fuerzas de poder.  Un ejemplo se puntualiza en los estudios anatómicos de Galeno de Pérgamo quien, en el siglo II, estableció la imperfección de los órganos sexuales de la mujer al afirmar que eran una inversión de los masculinos. Este enfoque fue modificado en el siglo XVI por Andreas Vesalio, médico autor de De humani corporis fabrica, quien describió el contraste de los cuerpos a partir de la superioridad del hombre. Para él, la vagina era similar a un pene al revés y los ovarios, semejantes a dos testículos (Fernández-Martorell, 2018).

La categorización histórica de la mujer como lo alterno, criterio emitido por la filósofa francesa Simone de Beauvoir (2018), es expresado como una condición para la definición de lo femenino.  El hombre, determinado como lo esencial, es el sujeto con el que se instaura la comparación y diferencia, es decir, que a la mujer se la define a partir del contraste con lo varonil estableciendo así una binariedad fundamentada en lo central y periférico (p. 51).  Los enfoques de Galeno y Vesalio se citan como un breve ejemplo que, al ser los pilares de los estudios anatómicos, encaminan los criterios de divergencia de los cuerpos y encausa a lo varonil como el eje del pensamiento humano.  La circunstancia física no era el único juicio emitido para la valoración negativa de la mujer ya que se la instituía como desposeída de comprensión y capacidad de entendimiento. El pensamiento que dirige a estos dos pensadores se mantuvieron hasta finales del siglo XVII y son herencia de las ideas aristotélicas acerca de la procedencia del cuerpo y del alma en donde lo masculino era denominado como la “causa eficiente” -el alma- mientras que lo femenino era “la causa material” -el cuerpo- que se concebía como una máquina sin proyecto ni entendimiento y con necesidad de voluntad con conciencia para producir (Fernández-Martorell, 2018, p. 19).

En los campos sociales, políticos, económicos y académicos, la mujer ha tenido que ganar terreno para anular su condición silente. Encubrir la voz de la mujer es un estado que tiene un camino bastante recorrido y un ejemplo de ello lo da la literatura clásica cuando muestra la inequidad en la participación de la palabra al encontrar a una Penélope con imposibilidad de decidir su destino y cuya única pericia para tener un control de su vida era tejer y destejer mientras Telémaco, su hijo, le mencionaba que las disposiciones estaban a cargo de los hombres. Estas disposiciones aludían al mythos, es decir, a los discursos públicos validados en los que las mujeres no debían ni podían participar.  Este pasaje literario es apenas un ejemplo de cómo se ha tejido la falta de participación femenina en una cultura en donde el género ha sido la plataforma para decidir quien merece y quien no merece ser escuchado (Beard, 2018, p. 31).

Derivado de las desigualdades de género, la maternidad no ha escapado de la sombra de la desvalorización: pese a ser un hecho biológico, la comprensión de este término se ha construido relacionándose con elementos históricos, sociales, culturales y políticos.  La madre, primera experiencia del niño, es para Campbell (2015) una forma de relacionar la mitología con lo materno y encuentra los ejemplos en distintas representaciones como la diosa egipcia Nut, considerada la creadora del universo y los astros.  De hecho, la imagen mitológica predominante en las sociedades primitivas es la femenina y su corporeidad se corresponde con la conformación del universo (p. 221 - 223). La relación que la mujer tenía con la tierra en las sociedades agrícolas antiguas se asocia con el concepto Gran Diosa o Madre Tierra que, para Campbell, es una humanización de la energía creadora de vida y alimento. Esta Diosa Madre, que se enmarcaba en una sociedad matriarcal, relega su característica creadora a la figura masculina, pero vuelve con la Virgen María en el pensamiento católico (p. 227).

Victoria Sau utiliza la metáfora de la “fagocitación” (2004, p. 11) para explicar la anulación de la madre y el surgimiento del padre a partir de un engullimiento simbólico.  Para esta autora, la madre era el referente de un orden social en donde no se concebía un poder sobre otro pero que, cambia hacia el padre debido a un estado de conciencia del hombre, quien reconoce su implicación en la procreación y su fuerza (2004, p. 12). Sau menciona que el paso de matrilinaje[1] hacia el patrilinaje y la imposición de un sistema socioeconómico de jerarquización es el inicio de la consolidación del poder masculino (p. 13) y que la maternidad permite mantener en el poder al hombre impidiendo que la mujer tenga tiempo libre para dedicarse a otras actividades (p. 16). Estas ideas corresponden con el panorama que realiza Yvonne Knibiehler (2001) sobre la madre y la maternidad. El estudio de esta última ha sido, en términos de la investigadora francesa, un objeto carente de interés y al que solo se ha recurrido para comprender la transformación de la familia y el pensamiento acerca de la fecundidad, considerando, asimismo, que la reproducción como control de dominación de un sexo sobre otro impide el necesario cambio en torno a la maternidad (p. 7).

El término maternitas, que apareció en Europa Occidental en el siglo XII, se aplicaba en un contexto religioso describiendo la condición de la virgen María y excluía en su uso a las mujeres estándar. Aun en la inaplicabilidad del término en aquella época, ya se habían concebido distintas prescripciones que direccionaban el comportamiento que debía tener una mujer embarazada o una madre. Por ejemplo, en el siglo XVI, en Francia, se proclamó un edicto que obligaba a las mujeres a declarar su embarazo ante las autoridades para, con ello, imponer una vigilancia que asegurase que no dieran término a su embarazo. Leyes similares se aplicaron más tarde en Inglaterra y Escocia (Federici, 2018, p. 141). Poco a poco, el comportamiento de la madre se delimitaba por políticas que transformaban sus cuerpos en territorios dirigidos por el Estado. 

El siglo XVIII, el territorio materno sitúa su carácter en los cuidados de calidad que debía otorgar al hijo.  Esta condición se anida en la estimación de una crianza eficaz para asegurar la salud física y mental del futuro adulto.  De esta manera, se realiza una homologación entre el cuerpo de la madre como matriz del cuerpo social, envolviéndola en parámetros de buen comportamiento y consagrando el amor materno como valor para perpetuar una sociedad civilizada. La individualidad de la mujer que llegaba a ser madre comenzó a ser absorbida por los imaginarios de exaltación del estado materno (Oiberman, 2003, p. 123). Es en esta etapa de la historia en la que se asientan lo cimientos de lo que se entiende actualmente como maternidad y su estructuración dentro del corpus familiar. La madre “está en el centro de las representaciones de lo espiritual, de lo corporal, de lo social, en relación a la mujer” (Olea: 1998, p. 5) y cualquier intento de conceptualización muestra un fenómeno en el que los factores culturales, sociales, económicos y políticos lo circundan de representaciones concretas y estereotipos. En la mujer burguesa se implanta la idea de que, cuando llegue a ser madre, será la más apta para encargarse del cuidado y crianza de los hijos.

Con los adelantos industriales y la necesidad de mano de obra del siglo XIX, se polariza la participación del padre en la crianza y la vida familiar: mientras la mujer se encargaba de las tareas domésticas, el hombre salía de casa a trabajar.  A partir de esta división del trabajo según su ámbito privado o público, se inicia la “cultura de las dos esferas” (Crespo, 2013, p. 14), ubicando a la mujer en el territorio doméstico, espacio que caía poco a poco en devalúo por el avance de un sistema económico que enfatizaba la individualidad del trabajo productivo versus la ayuda colectiva y la experiencia de los encargos del hogar considerados como reproductivos. La estrategia creada para el fraccionamiento del territorio productivo y reproductivo se basó en instaurar la idea del indecoro para cualquier trabajo femenino realizado fuera del hogar y, en caso de llegase a buscar formas de subsistencia asalariada fuera del ámbito doméstico, lo hiciese bajo reconocimiento económico mínimo tomando en cuenta que lo hacía como una actividad complementaria a la que adquiría el hombre (Fernández-Martorell, 2018, p. 109).

Para Silvia Federici (2018), la devaluación del trabajo femenino está auspiciada por el control que ejerce el Estado sobre los cuerpos de las mujeres.  Con el desarrollo del capitalismo, la única actividad posicionada como productiva era aquella que proporcionaba mercancía mientras que el trabajo reproductivo apenas generaba valor cuando era realizado fuera del hogar para algún amo.  Esto produjo que se lo ubique en la periferia de la acumulación del capital, excluyéndolo de ser una labor asalariada y naturalizándolo como un oficio femenino (p. 116). Las actividades domésticas, entre esas el ejercicio materno, se volvieron invisibles y, al no ser consideradas como una actividad remunerada, se desplegaron tácticas de dependencia de la mujer hacia el salario masculino. Otra consecuencia, según la misma autora, es la exclusión de la esfera pública que tuvo la familia y concertarla como “la institución más importante para la apropiación y el ocultamiento del trabajo de las mujeres” (p. 153) al llevarla al ámbito privado y, con ello, anular la importancia de las actividades domésticas y afectivas.

En la actualidad, según un artículo publicado en el diario ecuatoriano El Comercio, las mujeres destinan tres veces más tiempo que los hombres a las tareas no remuneradas del hogar. El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, INEC, en un afán de visibilizar este tipo de actividades no reconocidas socialmente como oficios productivos, indica que mientras los ecuatorianos dedican 334 horas per cápita a estas labores, las mujeres llegan a realizar 1 111 horas. Este porcentaje varía según el nivel de instrucción educativa y la inserción laboral de ellas, aunque esta condición no determina un alejamiento por completo a estas ocupaciones.  Con ello, se confirma que las tareas de cuidados y crianza siguen formando parte del territorio femenino, sin embargo, precisamente la maternidad se ha convertido en materia de discusión pública con el acercamiento al uso de redes y plataformas virtuales que proponen colocar como debate público discusiones que se solían hacer en privado.

 

Maternidad y memoria: plataformas para la resistencia

La Europa científica del siglo XVIII se debatía entre el racionalismo y el empirismo. Comprender la naturaleza y, con ello, tener una percepción certera del mundo que nos rodea era la efervescencia de las ideas de la Ilustración. El racionalismo y el empirismo se debatían como las dos corrientes de pensamiento aplicables para obtener este conocimiento: mientras la primera enunciaba que la razón era la fuente para el saber, la segunda alegaba que era la experiencia adquirida a través de los sentidos la que permitía acceder a ello. En un punto medio se colocó Kant, quien introdujo una nueva discusión basada en que el objeto, percibido a través de los sentidos, es interpretado por nuestra mente. Con esto, el debate se traslada hacia el mundo interno del ser humano quien era el que colocaba la vara de medición de lo externo (Wulf, 2016, p. 60). Los viajes realizados por Humboldt, por ejemplo, tenían como base esta propuesta del filósofo alemán en donde el registro de la experiencia para ampliar el conocimiento era el ritmo que marcaba el camino.

En lo que respecta al registro y la construcción de la memoria, las narrativas construidas a partir del siglo XVIII, extienden sus fronteras con las expediciones científicas ilustradas llevadas a cabo desde una Europa ávida por la comprensión de regiones desconocidas y con objetivos de colonización. La experiencia de estos viajes se reconocía con bitácoras e ilustraciones de modos de vida, habitantes, flora y fauna de ecosistemas distintos a los conocidos por los expedicionarios europeos. Estos registros se revelan como técnicas visuales que permitieron, en el momento de su realización, mostrar mundos desconocidos y, ya en la actualidad, se manifiestan como medios para revivir estrategias de adquisición de conocimiento. Estas formas de registro se consolidaron en espacios reconocidos y legitimados por voces masculinas dentro del proceso de expansión de un sistema capitalista que, como se enunció en el apartado anterior, designó el territorio público al dominio del varón mientras que, el privado, se mantuvo en los designios de lo femenino. 

Mientras que los discursos políticos y económicos validaban la exploración y bitacorización del mundo exterior, la zona doméstica cumplía también con la acumulación de experiencias y saberes que no trascendían las fronteras de lo íntimo. En relación a ambos espacios, las actividades cotidianas que se constituyen como comportamientos aprendidos y repetidos se determinan como parte de la memoria habitual mientras que, una segunda tipología conforma la memoria narrativa y establece “la manera en que el sujeto construye un sentido del pasado” (Jelin, 2002, p. 28). En estos relatos se ubica la experiencia del pasado en el presente mientras que, el proceso de recordar, se realiza bajo una carga inscrita en emociones y afectos.

La memoria narrativa, aplicada a esta diferenciación de áreas privada y pública, determina la condición de voz autorizada que supone el valor de la institución o persona que narra y, con ello, la legitimación del discurso tanto en su construcción, como en su enunciación y recepción (Jelin, 2002, p. 35). Si bien la civilización se ha edificado a partir del uso de la memoria -ya sea con el fin de garantizar la estabilidad del pasado y el afianzamiento de tradiciones, o como un nexo melancólico con tiempos anteriores- en la actualidad se establece como una manera de comprender lo histórico desmenuzando esta categoría en segmentos temporales para la observación de las condiciones sociales, culturales y políticas (Huyssen, 2011, p. 17). Un frente que permite la mirada a condiciones distintas a las tradicionalmente narradas es el enfoque de género de la memoria que permite dar voz a quienes no la tienen y, con ello, reconocer y validar experiencias distintas a las dominantes.

 Es aquí donde el registro de lo doméstico se revela como una memoria del mundo de los afectos, tejida por las manos femeninas que abordan una relación afable con el relato/objeto -aquello que cuenta o muestra- y con la situación de enunciación -el que escucha o mira- (Silva, 2008, p. 76).  Este abordaje desde lo afectivo tiene su raíz en la organización subjetiva del tiempo que tienen las mujeres con respecto a los hechos reproductivos y la vida doméstica, actividades que, pese a su importancia como eje central de la fuerza de trabajo, están menguadas por los discursos patriarcales.  La naturalización de las tareas del hogar como estrictamente femeninas han creado un velo de invisibilidad a la producción del beneficio con mayor importancia para el sistema económico actual: el servicio físico y emocional a quienes ganan el salario y a los futuros trabajadores para asegurar su buen funcionamiento dentro de los parámetros capitalistas (Federici, 2018, p. 58). 

En lo que respecta a los saberes femeninos, la comunicación y el intercambio de información siempre ha estado presente en la interrelación entre las mujeres cuando de experiencia en crianza y cuidados se refiere. Los espacios para hacerlo se establecían en el interior del hogar, en las lavanderías o en áreas en donde la participación era exclusivamente femenina.  Estos, con el paso del tiempo, mermaron debido a factores como la industrialización y la opacidad de los saberes de las mujeres por parte de la medicina. En la actualidad estos espacios han sido retomados, pero de manera distinta por las redes sociales y plataformas virtuales que se promulgan como grandes oportunidades para debatir sobre diversos temas alrededor de lo materno y, de esta forma, revalorizar las actividades de crianza revelando la trascendencia de esta labor dentro de la agenda productiva.

 

Aquella conversión, de lo material a lo virtual, conlleva también otro tipo de cambio: mientas antes los conocimientos se trasferían entre familiares, vecinas y amigas, ahora se lo hace entre desconocidas que necesitan formar parte de una comunidad y, con ella, contar sus experiencias. Otro cambio, y quizás el más importante, es la reubicación de la zona de debate.  Mientras los temas acerca de la maternidad se los dialogaban en espacios íntimos y a puerta cerrada, los cambios tecnológicos han permitido colocarlos en la esfera pública y gritarlos a viva voz. Es decir que los escenarios han cambiado y, con ello, han oficializado y amplificado un debate que se lo realizaba en las orillas de lo relevante (Crespo & Visa, 2014, p. 25).

En Quito, varias plataformas se han formado con la intención de generar diálogos acerca del universo de la maternidad. En ellos se confrontan inquietudes desde distintas aristas con el fin de mostrar la amplitud con la que se puede tratar el tema. El arte, la comunicación y las posturas políticas son los distintos enfoques desde los que se construyen estos nuevos espacios y que se nutren con la interacción de una comunidad entera de seguidoras que proponen un debate de forma pública.  Las gestoras independientes de Maternidad en red, Mamás Ecuador, Colectivo VIMAEZ, Maternidades (im)perfectas, La Gran Lactada y Mamá universitaria han creado estos espacios.

Maternidades (im)perfectas, fundado por Cone Aitken y María Paz Dávila, es un espacio virtual de acceso libre que se transmite por la web y que gestiona encuentros presenciales también.  En él, los diálogos se generan a través de diversos enfoques y con la mirada de varios actores y expertos en temas cuya selección se realiza según las necesidades de la audiencia. La plataforma cuenta con treinta capítulos, aproximadamente 1000 descargas mensuales en formato podcast, 1500 visualizaciones por cada Facebook Live y un alcance internacional que incluye, en orden de audiencia, a Ecuador, España, México, Argentina, EEUU, Chile, Brasil, Perú, Colombia, Portugal, Australia y Nueva Zelanda. El programa se promueve como un espacio de libre acceso en el que los temas acerca de la maternidad se contemplan de forma diversa, abarcando infinidad de dudas, cuestionamientos y temas promovidos por la audiencia[2].  

El programa semanal Mamá universitaria emitido por la radio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE) surge como otro espacio comunicacional que coloca sobre la mesa distintos temas que circulan alrededor de lo materno.  A diferencia de Maternidades (im)perfectas, esta segunda propuesta nace de las complejidades de una maternidad llevada a cabo desde la dificultad de los estudios universitarios. Mayra Tandazo, licenciada en comunicación de la FACSO-UCE, fue una de las principales activadoras de distintos mecanismos para la valorización de la mujer-madre dentro del estudiantado de esta carrera. Uno de los mayores logros fue la apertura de la sala de apoyo a la lactancia Kaipimi Kani dentro de la facultad en la que estudiaba, generando así políticas de respeto a la labor materna y de equidad para aquellas jóvenes que cumplen con su labor de madres y estudiantes a la vez. En conjunto con esta acción, nace la propuesta radial que tiene como objetivo dialogar sobre una maternidad despojada de miradas tradicionales en donde se abordan distintas circunstancias desde las que se ejerce esta labor para deslegitimar los discursos hegemónicos que la han dotado de un solo enfoque. Para ello recurren al formato de radio-revista en la que invitan a expertos quienes conversan según el formato previamente expuesto y con la participación en vivo de los espectadores a través de Facebook Live en donde pueden generar preguntas para que sean contestadas de forma inmediata[3].   

Otro espacio que forma parte de las redes sociales desde el 2017 es Mamás Ecuador que se fundó debido a la falta de apoyo digital a las madres del país. Nina Solah, con el sostén de varias administradoras, se encargan de guiar la interacción de esta página que tiene alrededor de 5000 participantes, quienes proponen de forma espontánea los debates e inquietudes con la intención de recibir consejos u opiniones.  A diferencia de Maternidades (im)perfectas, esta comunidad se define por la democrática intervención de sus miembros quienes plantean temas de forma simultánea creando diálogos diversos en los que la participación se dirige según las afinidades que se tenga a cada inquietud comunicada en la plataforma, creando conversaciones virtuales paralelas que amplían y diversifican las necesidades de hablar sobre lo materno.  A raíz de este tipo de plataformas se observa la necesidad que se tiene acerca de entablar conversaciones con mujeres que se encuentran en la misma condición dando importancia a la experiencia femenina como aporte a la crianza[4].

Maternidad en Red es un proyecto que se lanza al público en el 2017 gestado por Alegría Acosta con la finalidad de otorgar un espacio para que distintas madres puedan acceder a diálogos, intercambio de historias y experiencias generando redes de apoyo para valorar la gestación, el parto y la crianza, actividades indispensables y fundamentales para la reproducción humana.  Esta plataforma ha realizado dos encuentros llamados Marea que tuvieron una asistencia de 80 personas en su primera edición y 120 en la segunda; en ambos eventos se entablaron conversaciones a través de la experiencia sobre el tema lo que permite reconocer e identificar la variedad de matices que lo entornan. En el marco de estos encuentros, realizaron un taller de masiva acogida con Ina May Gaskin, partera de gran reconocimiento que defiende la práctica del parto humanizado y un workshop con Ana Álvarez-Errecalde, fotógrafa argentina que aborda lo materno y la crianza dentro de su trabajo artístico[5].

Otro encuentro es el gestado por Stefany Pow desde el 2012 en Guayaquil y Caro Llaguno desde el 2018 en Quito quienes promueven La Gran Lactada en el marco de la Semana Mundial de la Lactancia Materna en donde se propone un espacio de información acerca de este tema para generar compañía, contención, armonía y fomento en su práctica. El evento se lleva a cabo cada primera semana de agosto y en la ciudad de Quito, en su primer encuentro, se registraron alrededor de 800 asistentes mientras que, en el segundo, se logró un número de 1000 personas que pudieron acceder a 11 talleres y charlas de forma gratuita.  La acción emblemática de este programa es la lactada simultánea, donde todas las madres con sus pequeños hijos dan de lactar juntas durante un minuto para mostrar la importancia de esta actividad y, sobretodo, para fortalecer la necesidad de una lactancia practicada en el espacio público, libre de prejuicios y restricciones[6].

Una propuesta distinta es la generada por el Colectivo Vimaez conformado por Paola Vásquez, David Carrera y Violeta Carrera, la hija de ambos. Su proyecto como colectivo artístico gira en torno a lo cotidiano y el proceso de conformación de su familia para mostrarlo en la exposición Parentalidad que se concretó como una muestra autobiográfica acerca de la convivencia y la crianza.  Para esta misma acción se invitaron a varios artistas que mostraron su punto de vista como padres o hijos, cuestionando y reflexionando cómo el proceso artístico se nutre de las experiencias afectivas. Esta exposición se mostró en distintas provincias durante el año 2017 y en la actualidad, sus gestores continúan registrando los procesos integrados entre arte y familia[7]

​Estos espacios conformados en Quito, que se muestran como plataformas virtuales o generan propuestas de encuentros físicos, son una evidencia de la amplitud comunicacional que ha tenido el tema materno cuya necesidad de hablarlo traspasa los órdenes privados y se organiza hacia lo público validando las experiencias de lo cotidiano y del anonimato, y dejando en claro los distintos enfoques desde el que puede ser abordado.  

             

Conclusiones

Las tareas reproductivas, a diferencia de las productivas, han sido desvalorizadas por una estructura que otorga mayor importancia a la actividad ejercida tradicionalmente por el género masculino.  La historia evidencia que la división de estas tareas se ha dado a partir de un sesgo de género; la visibilidad o el ocultamiento de cada una de ellas también forma parte de aquella mirada que legitima o desestima aquello que es, según una construcción patriarcal, necesaria mostrarse. Estas necesidades responden a un sistema que integra a su engranaje productivo aquellas actividades, productos o servicios que han sido seleccionadas para ser retribuidas monetariamente mientras que, dentro del hogar, quedaron aquellas asignadas como gratuitas e inherentes a lo femenino.

Las labores ejercidas en el interior del hogar se naturalizaron como actividades de mujeres, mermando su importancia y minimizando el valor de la experiencia. La práctica continua de estas labores se mantenía a partir de una la línea comunicacional que indicaba cómo ejercerla: de abuelas a madres y de madres a hijas, o entre amistades, pero siempre en espacios donde lo femenino preponderaba.  Dentro del límite de estas áreas se desplazaba la información y se hermetizaba en lo privado mientras que, las actividades ejercidas por varones se mostraron como públicas y se registraron como experiencias valiosas para la construcción de lo económico, político y cultural. Ambas generaron memoria, pero eran apreciadas y socializadas de forma distinta.

En la actualidad, la práctica de las labores reproductivas busca reconocimiento por parte de un sistema que las ha mantenido al margen de la productividad y la visibilidad de su importancia va de la mano con las reflexiones generadas a partir de los estudios de género. Entre estas labores, la maternidad se presenta como una función liderada por pensamientos hegemónicos que la han amoldado a través de la historia, generando un discurso tradicional basado en una forma ejemplar de ser madre, con pocos cuestionamientos y exceso de -aparente- bienestar. De forma general, lo materno no formaba parte de discusiones públicas y las experiencias de crianza infantil eran tópicos de poca importancia cuando, precisamente era la madre y no un profesional de la pedagogía o la salud, la que colocaba sobre la mesa el debate.

Al presente, existen plataformas locales permiten visualizar voces anónimas y cotidianas que permiten normalizar los matices de una maternidad y crianza que no va de la mano con los pensamientos hegemónicos.  De la misma manera, crea estrategias para debatir en ámbitos públicos aquello que antes se lo hacía de forma privada cuestionando los modelos tradicionales que disponían a la mujer como el eje gravitacional de la unión y cuidado familiar. Estos diálogos abiertos, de acceso libre y con promoción publicitaria en varios de sus casos colocan los temas de los oficios reproductivos al mismo nivel que cualquier otro tema que forma parte de la cotidianidad.  De esta forma, la memoria y la experiencia se validan como una discusión más en redes sociales o medios de comunicación.

Otra forma de revalorizar estas tareas en la actualidad es la dotación de experticia en los temas al apoyar el diálogo en entrevistados especializados que evidencian los estudios generados a partir de lo que antes se comunicaba a través de la interacción familiar o con amistades.  Esto augura la necesidad de profundización en temas de gestación, parto, maternidad, lactancia y crianza desde distintos puntos de vista, matizando los imaginarios acerca del tema y visibilizando diversas formas de ser madre para irrumpir en aquellas doctrinas generadoras de un solo modelo materno.

Finalmente, estos espacios, al proponer de forma pública el diálogo sobre lo reproductivo, se muestran como fórmulas de resistencia que valorizan las actividades del interior del hogar en una estructura que se ha empeñado en minimizar estas tareas coartando las posibilidades de una discusión legítima al mismo nivel de los temas de índole productiva.

 

Referencias

Beard, Mary. (2018). Mujeres y poder. Un manifiesto. Barcelona, España: Editorial Planeta.

Campbell, Joseph. (2015). El poder del mito. Madrid, España: Capitán Swing Libros, S.L.

Crespo, Cira. (2013). Maternalias. La historia de la maternidad. España: Editorial OB STARE.

Crespo, Cira.; Visa, Mariona. (2014). Madres en red. Del lavadero a la blogósfera. Madrid, España: Clave intelectual.

De Beauvoir, Simon. (2018). El segundo sexo. Madrid, España: Ediciones Cátedra.

Federici, Silvia. (2018). Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Madrid, España: Traficantes de sueños.

Federici, Silvia. (2018). Revolución en punto cero.  Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas. Madrid, España: Traficantes de sueños.

Fernández-Martorell, Mercedes. (2018). Capitalismo y cuerpo. Crítica de la razón masculina. Madrid, España: Ediciones Cátedra.

 Huyssen, Andreas. (2011). Modernismo después de la posmodernidad. Barcelona, España: Editorial Gedisa S.A.

Jelin, Elizabeth. (2002). Los trabajos de la memoria. Madrid, España: Siglo XXI de España Editores.

Knibiehler, Yvonne. (2001). Historia de las madres y la maternidad en Occidente. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Nueva Visión.

Oiberman, Alicia. (2005) Historias de las madres en Occidente: repensar la maternidad. Psicodebate Vol. 5. Universidad de Palermo. pp. 115-130. Recuperado de: https://www.palermo.edu/cienciassociales/publicaciones/pdf/Psico5/5Psico%2009.pdf

Sau, Victoria. (2004) El vacío de la maternidad. Madre no hay más que ninguna. Barcelona, España: Icaria Editorial

Silva, Armando. (2008). Álbum de fotos: arqueología familiar con voces de mujer. Los imaginarios nos habitan. Quito, Ecuador: Municipio del Distrito Metropolitano de Quito (MDMQ).

Wulf, Andrea. (2016). La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander Von Humboldt. Barcelona, España: Penguin Random House Grupo Editorial.

 

 

[1] Victoria Sau inserta el término matrilinaje derivado de sus investigaciones sobre la madre como referente inicial de la visión femenina del mundo.  Estas ideas se enmarcan en la conformación de una vida social alrededor de la concepción de la vida como único saber de una la comunidad que se relacionaba mediante las madres y no a través del padre.  El referente histórico al que alude es el Oriente Medio, durante su Edad de Bronce en donde la Madre Tierra se la consideraba creadora sin necesidad de la intervención masculina. Este pensamiento, según la autora, prevaleció hasta la era clásica de Grecia (2004, p. 12). 

[2] La información de esta plataforma ha sido tomada de su página web http://www.maternidadesimperfectas.podbean.com/ y https://www.facebook.com/maternidadesimperfectas

[3] Mamá Universitaria tiene su plataforma web en la siguiente dirección: https://www.facebook.com/MamaUniversitaria1/

[4] Mamás Ecuador se encuentra en la categoría de grupo cerrado dentro de la red social Facebook por lo que no es posible colocar la dirección electrónica.

[5] Maternidad en Red tiene su plataforma web en la siguiente dirección: http://www.maternidadenred.com/ y https://www.facebook.com/maternidadenred/

[6] La Gran Lactada tiene su plataforma web en la siguiente dirección: https://www.facebook.com/LaGranLactadaUIO/

[7] Colectivo Vimaez tiene su plataforma web en la siguiente dirección: https://www.facebook.com/Vimaez/

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